Un buen día, un hombre y sus dos jovencisimos hijos contactaron conmigo para que les elaborara un plan de marketing. Querían poner en marcha una nueva empresa.
Esto ocurrió antes de llegar al ecuador de los 90 y la empresa era una flamante puntocom.
Tan solo dos años después ya estaba yo impartiendo un par de seminarios dirigidos a la banca, sobre como aplicar las técnicas de marketing directo aprovechando las grandes ventaja de internet; hablé de la importancia de personalizar el mensaje y las muchas posibilidades que ofrecía lo digital, hable de las oportunidades de trabajar a nivel internacional sin moverse del despacho y de la proyección que a mi juicio tendría internet en el mundo de la comunicación y el marketing.
Y en una carrera desesperada por no ser los últimos, de un mes para otro, todas las empresas pasaron del fax al e-mail, de la biblioteca al navegador y del vídeo en VHS a Youtube y así, sin darnos cuenta, antes de llegar al dos mil, el concepto de la globalización parecía que era algo con lo que habíamos convivido toda la vida. En definitiva aun estábamos contando con los dedos cuando nos poníamos a pensar en el infinito y nadie se paró a reflexionar sobre que consecuencias tendría para nuestra sociedad ese gran paso.
Pero la realidad se ha impuesto casi con tanta rapidez como la evolución de las comunicaciones y su aplicación al ámbito empresarial. Los mercados globales han sido vitaminas para los especuladores y la economia global el argumento perfecto para el neoliberalismo mas radical. Tan solo hizo falta que los islamistas tocaran el corazón de nuestra cultura capitalista y los políticos de todos los países del mundo encontraron el argumento emocional mas antiguo del mundo: el miedo.
Y en esta olla se iba guisando a fuego lento el cocido ideológico de la derecha en Europa y mientras el euro se imponía junto con la subida del café o el pan, las teles de plasma y los productos made in China entraban en nuestras vidas con precios de saldo y en cantidades innecesarias y la compra de un casa parecía algo tan asequible como necesario.
Los objetivos se iban cubriendo y en Europa la clase media crecía y en todos los paises se alcanzaba unas cotas de bienestar tan ansiadas que una vez percibida la poblacion quería conservar a cualquier precio, aunque fuera a costa de justificar la ausencia de valores, mirar a otro lado cuando se jugaba a conveniencia con los derechos de los inmigrantes e incluso cuando los aviones de la CIA trasladaban ciudadanos a Guantanamo.
Y cuando los garbanzos estaban en su punto, hace tan solo unos cuatro años, el poder económico y el político decidió actuar. Poner en marcha los mecanismos para hacer valer el poder económico frente al politico social a una sociedad europea que quería conservar su calidad de vida a toda costa. Ahora tan solo es necesario sustituir el miedo a los atentados por el miedo a perderlo todo. Hablar de realidad cuando se habla en nombre de mercados y privatizaciones y denostar la apuesta por lo social culpándola de una crisis creada. Estamos ante una Europa que se tapa los ojos cuando ve sufrir a sus ciudadanos, la misma Europa que ha fomentado varias generaciones débiles, acostumbradas a tenerlo todo y que ahora sienten pavor al verse tan cerca de la más absoluta pobreza. La Europa se erigió como una madre proteccionista y ahora se muestra como la madrastra del cuento de Blancanieves.
Pero jugar a "la gran crisis" es darle la mano al peligro y los actuales políticos no estan a la altura. No se si por incompetencia o por estar en connivencia los políticos a los que hemos votado han sido incapaces de controlar la partida y ahora el empleo, la sanidad, la educación, las pensiones, las personas con dependencia... y lo peor de todo los derechos y la dignidad esta en manos de unos enigmáticos mercados a los que nadie pone nombre y apellidos.
Ahora política y economía se confunden, el poder financiero y la especulación ha logrado controlar a Europa y a los políticos europeos.
Debido a la globalización un poder económico sin rostro pero con manos de hierro ha tomado nuestras vidas como rehenes para garantizarse pingues beneficios en el corto plazo, sin riesgo, con la ley de su parte y es que el ser humano puede pensar en infinito pero nunca debería dejar de contar con los dedos.
-- Desde Mi iPad
John Ralston Saul acaba de publicar el colapso de la globalización.
ResponderEliminarExplicó que la globalización fue una idea revolucionaria porque planteaba definir a nuestra civilización a través del prisma económico. Eso sí, las ideas empleadas eran bastante triviales, procedían del liberalismo inglés del siglo XIX y se presentaron como si fueran una verdad inmutable. Estas ideas fueron vigentes hasta finales del siglo pasado. Nuestra tragedia actual consiste en que nuestros líderes se niegan a admitir que estamos ante un final de ciclo y no sólo económico. En ese sentido, necesitamos nuevas soluciones para encarar el futuro.
El fenómeno de la globalización se ha convertido en una especie de movimiento religioso, dice John Ralston.
Visto desde esta perspectiva, la deuda económica que pueda contraer un ciudadano se plantea como una obligación moral. Los gestores económicos se comportan como si fueran sacerdotes y este ambiente crea personajes que crean hacen leyes basura pero nadie les pedirá cuentas de lo que hacen y dicen porque son fieles sirvientes de esta iglesia económica.
Vivimos en una época donde todo se niega y cuando nuestros líderes se dedican a negar cualquier alternativa al modelo actual, nos dejan paralizados y corremos el riesgo de perder a varias generaciones de jóvenes sin trabajo.
John Ralston Saul es ensayista y los pilares de sus novelas y ensayos son la ética, la creatividad, la memoria, la imaginación y el sentido común. Asegura que su mayor extravagancia consiste en escribir y mirar al mundo con curiosidad.